21/7/10

Los caminos de Dios

 
Hace unas semanas, durante una cena me presentaron a una pareja joven que se había casado hacía unos dos años. Me gustó conocer a Sergio y Silvia, eran alegres, pacíficos, acogedores, siempre sonriendo y gastando bromas. Me contaron que se iban a ir a Perú para ayudar en una ONG. Nos contaban todo lo que sabían sobre el lugar y era estupendo ver cómo estaban de ilusionados. No tenían ningún miedo y decían que habían elegido esa ONG porque el clima no era muy extremo, estaban cerca de un centro urbano, la gente hablaba en español... En fin, parecía el lugar ideal para una primera experiencia de voluntariado.

Con ellos ha ido otra pareja de su población, Alan y Mª José, que contagiados por el entusiasmo de sus amigos Silvia y Sergio, se lanzaron con ellos a la aventura. Gracias a gente tan buena, este es un mundo mejor. Hay quien es muy pesimista en relación al futuro de la humanidad y hablan de catástrofes, extinción de la especie, etcétera. Y lo dicen con un tono de voz desesperanzado, como si no hubiera remedio. Yo no sé qué futuro nos espera, si bueno o malo, pero conocer gente como Silvia y Sergio, me hace ser optimista y me anima a dejar de lamentarme y hacer cosas buenas por los demás.

Si hay una influencia maléfica en la sociedad que nos aplasta sobre los sillones de nuestras casas, que nos atrapa con la red de nuestras sábanas, que nos esclaviza con las cadenas de la pasividad y el desinterés, también tiene que haber una influencia benéfica que haga surgir entre nosotros gente como los voluntarios y misioneros que renuncian a todo, para ayudar a los demás. Habrá quien diga que los voluntarios también buscan su propio beneficio espiritual y es cierto, pero esto no le quita ni un ápice de mérito a sus acciones. Han hecho una apuesta por el bien y han renunciado a cosas buenas por algo en lo que creen, esto es mucho más de lo que muchos de nosotros somos capaces de hacer.

Esta semana, la prensa se ha hecho eco de un terrible suceso. En Perú, un vehículo transportaba a diez personas de una ONG. En el vehículo iban Sergio, Silvia, Mª José, Alan y otras seis personas más. El vehículo se precipitó por un barranco, dando vueltas de campana por una ladera de unos 300 metros. Mª José falleció, su marido Alan continúa en estado crítico. Han muerto tres personas más. Sergio está en la UCI pero fuera de peligro, y Silvia tuvo suerte porque salió despedida por una ventana y “sólo” tiene fracturas en la mano, mentón, nariz….

Jesús nos dijo que rezáramos para que el Señor mandara obreros a su mies. Yo me pregunto: si nosotros rezamos, el Señor manda obreros y éstos tienen accidentes, es normal que haya pocos obreros. Si yo fuera Dios y me hicieran falta obreros, no permitiría que los pocos obreros que tengo se mueran en accidentes o tengan experiencias traumáticas, más bien los cuidaría y los llevaría en andas. Me pregunto: ¿por qué Dios no ha protegido a estas personas? ¿Qué clase de recompensa es ésta? La clave, la respuesta a estas preguntas me la dio mi mujer: “Qué final más grande el haber dado la vida ayudando a los demás”. Menos mal que no soy Dios, porque Dios tiene claras sus prioridades y su prioridad es la salvación de nuestras almas. No quiere resultados, ni cifras positivas, ni éxitos misioneros. Dios quiere que nos salvemos y se nos llevará al cielo a cada uno en el mejor momento de nuestra vida, aunque creamos que el mundo nos necesita. Pero ¿qué hay de los supervivientes, de los familiares de las víctimas? Yo creo que un suceso así no se olvida nunca, se queda grabado en tu corazón con letras de fuego y te cambia la vida… ¿Para bien o para mal?... Eso dependerá de cada uno y del sentido que quiera darle al sacrificio de estas benditas vidas humanas.

También creo que Mª José y las demás personas que han fallecido, quisieran que su muerte sirviera para ayudar a sus seres queridos a ser mejores, a valorar más la vida y aprovechar el último segundo. Creo que este sacrificio que, aparentemente es inútil, realmente es mucho más útil para convertir nuestros duros corazones que cualquier otra cosa. Creo que es una gran oportunidad de contagiarnos del ejemplo de estos mártires que han muerto ayudando a los demás, han muerto porque han creído en el poder del bien y de la generosidad, han creído en Dios y han renunciado a todo para servirle. Creo que es una gran oportunidad para preguntarnos: “¿Y nosotros? ¿A qué renunciamos por Dios?”.

“Mis caminos no son vuestros caminos”; “manteneos firmes en la fe”; “no hay amor más grande que dar la vida por tus amigos”; “yo os daré ciento por uno”.

Los sacrificios no son en vano, tengamos fe y recemos por los que han fallecido y los que sufren su pérdida.


Fuente: El Hombre Invisible- Blogs eAD

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