16/10/10

JÓVENES EN GESTACIÓN




            Para poder hablar de los jóvenes, necesitamos escucharles. Y pararnos a escucharles a nadie nos resulta fácil porque con sus preguntas y planteamientos nos desconciertan y sus críticas nos inquietan. Nos es mucho más fácil juzgarles y sentenciar sus actitudes y su conducta.

            Sin embargo, ellos son el reflejo de la sociedad en la que viven, ellos son los jóvenes que los adultos estamos potenciando que sean. Ellos son el fruto de nuestro desencanto, el reflejo de nuestro consumismo, el vivo retrato de los valores sociales dominantes. Ellos son la conciencia de nuestro mundo, de tantas actitudes que tantas veces no nos atrevemos a reconocer.
            Pero ellos son también el futuro de la sociedad en la que vivimos, nuestras esperanzas, quienes lleven adelante nuestros más profundos anhelos y sueños. 

            Gran parte de mi vida la he pasado entre adolescentes y jóvenes intentando ofrecerles "algo-Alguien" por lo que valga la pena vivir. Les he acompañado en su crecimiento y en sus crisis y con ellos he celebrado sus aciertos y sus éxitos. Porque cuando los jóvenes encuentran espacios y grupos en donde es posible soñar en voz alta, de descubrir unos ideales que van más allá de la repetición de las pocas formas que les hemos ofrecido para vivir sin necesidad de estar esperando a que se llegue el viernes por la tarde... se despiertan en ellos fibras sensibles y valiosas que permanecían dormidas. Porque cuando los jóvenes encuentran modelos significativos, que se les presentan como cercanos y a la vez desafiantes, cuando se sienten provocados por estilos de vida y visiones de la realidad que valen la pena, están en disposición para creer en algo más que en los falsos valores que en ocasiones intentamos que asuman.

            Por eso, intentaré resaltar cómo percibo a los jóvenes de hoy: sus ideales, sus sueños, sus limitaciones y sus esfuerzos por "encajar" o por ofrecer una alternativa a nuestra sociedad. Soy consciente de que este punto de vista estará muy condicionado por mi historia personal, por mis deseos y esperanza, por mis dificultades, dudas y miedos... Pero, de todos modos, aquí os dejo esta humilde visión con la intención de "provocarnos" a revisar nuestra vida y desde un intento de animarnos a un mayor esfuerzo de comprensión para poder acercarnos a ellos  y acompañarlos en su crecimiento y maduración como personas.

            El primer rasgo de los jóvenes que me viene a la mente es su deseo de estar con los amigos, de disfrutar de horas incansables de conversación... aunque, al mismo tiempo, sean muy individualistas y subjetivos. Por una parte re-afirman su "yo", reivindicando su libertad y su capacidad de decidir y, por otra, se repliegan hacia posturas muy subjetivas. Desean funcionar desde su propio "montarse su vida" como les place defendiendo la originalidad del propio yo individual.




            Pero ¿podrían ser de otra forma en una sociedad que vive en continuas "rebajas y ofertas", en la que las relaciones se distinguen por su bajo precio, aunque la calidad deje mucho que desear, en donde nuestros contactos con los demás son superficiales y en los que deja mucho que desear la hondura y el compromiso de la comunicación, en donde la palabra de uno vale tanto como la del otro, aunque después llegue a ser el dinero quien compra la libertad de las personas, el "si, wuana" porque sino me despiden del trabajo y debo seguir manteniendo a mi familia y hacer frente a las cantidades de hipotecas con las que seguir pagando el piso, el coche y no sé cuántas cosas más...? ¿Podrían ser de otra manera en una sociedad del "usar y tirar", en donde las relaciones que establecemos con las personas las mantenemos mientras funcione nuestra perspectiva utilitarista, en donde el cultivo, el cuidado y la paciencia para la auténtica amistad apenas se estiman?.

            El joven vive al día, relativiza tanto el pasado (la experiencia de la vida) como el futuro (los ideales que nos mueven hacia adelante), quedándose en la valoración casi exclusiva del momento presente. Centra su vivir en el "aquí" y en el "ahora", intentando sacarles el máximo rendimiento y disfrute. Aprovecha el momento, pues la juventud pasa tan de prisa como la fragancia de la rosa, como el sueño que termina al despertar...

            Pero ¿podría ser de otra manera? Quienes los tachamos de irresponsables, vividores, indiferentes... precisamente ellos nos daría ejemplos de ser miembros activos, organizados en grupos de voluntariados, de ONGs... interesados por un mundo en el que creen que podría ser distinto. Y no sólo estando preocupados por los problemas ecológicos, sino también por unas relaciones más auténticas que ayuden a acabar con las estructuras que esclavizan y excluyen a muchas personas del acceso a los bienes de nuestra tierra, con los que les matamos de hambre o con enfermedades tan simples como una diarrea.

            En cambio, la sociedad adulta ¿no estaremos potenciando una sociedad en donde priman las actitudes "contables", que nos llevan a mirar los tipos de "beneficios" que vamos a conseguir... si las personas me son muy rentables, manteniéndolas con salarios irrisorios de temporada que se aceptan porque necesitamos sobrevivir a cualquier precio, sin preocuparnos de las consecuencias de un despido? ¿No les estaremos ofreciendo un habitat en donde se persigue el triunfo económico a cualquier precio, generando y excluyendo a los más débiles, a los poco productivos, a los que no tienen recursos? Tal vez les estemos ofreciendo una sociedad en donde te tienes que unir al ganador para ocupar un buen puesto, para salir a flote en medio de una competencia feroz, en donde poco cuenta la palabra dada, en donde hay tanta inflación de falta de coherencia con nuestros principios y con la fidelidad a las personas.

            Nos encontramos también con jóvenes "fofos", inseguros de sí mismos, divididos, rotos... Carentes de fundamentos o motivaciones sólidas, van de aquí para allá en busca de seguridades de las que son conscientes ellos mismos de que les vale para su "ahora", en donde no les importa "permanecer un poco aquí y un poco allí" en medio de una sociedad cada vez más compleja y burocratizada.

            Tal vez sea esto lo que nosotros les ofrecemos en una sociedad en la que parece que no tenemos tiempo para nada, en la que vamos de un lado para otro, siempre con prisas, agobios y depresiones... pues tenemos que estar en el trabajo, en la familia, en el dejar el fin de semana para atender la casa, las compras, los hijos... Es querer estar en varios sitios a la vez con todo lo que supone de falta de implicación en ellos. Y esta prisa y agobio por los afanes cotidianos van atrofiando poco a poco nuestra capacidad de contemplar, de reflexionar, de interiorizar... ¿Qué tiempo tenemos para escuchar a las personas, para visitarlas, para posibilitar un encuentro profundo con ellas?.

            Y por fin, un último rasgo, aunque consciente de que esta elección de los que estimo más representativos, me haya obligado a prescindir de otros. El joven se guía por la estética, por lo que se lleva, por las marcas... Jóvenes robotizados por los ideales que los medidos propagandísticos de comunicación y consumo nos están ofreciendo que, la mayoría de las veces, no son más que una copia yanqui. Se tapan bajo apariencias de modas con las que pretenden caer bien en el ambiente que viven... Pero ¿aparentan lo que no son... o son el reflejo de nuestras apariencias? ¿No será que nuestra sociedad se mueve a impulsos de conservar la juventud aún a costa de máscaras de ungüentos, de operaciones para aparentar que seguimos siendo jóvenes, por el alejar de nosotros lo feo, lo desagradable, lo anciano..., aunque luego nos interesemos poco por mantener una ciudad limpia, en la que se respeten los servicios que creemos que nosotros exigimos porque los pagamos?.

            Aun tenemos la posibilidad de mirarnos en los jóvenes. Tal vez en ellos descubramos nuestra incapacidad para ofrecerles razones válidas por las cuales merezca la pena vivir, luchar y morir; que aún nos queda mucho en cuanto a afecto, ternura, solidaridad, sentido de la vida... necesidades fundamentales para un buen desarrollo de la persona; que estamos provocando un tipo de hombre y mujer egoísta, insolidario, sin espíritu crítico, consumista, integrado en un modelo de vida, de trabajo y disfrute que no nos acaba de satisfacer; que promovemos la mentira, la hipocresía, la falta de autenticidad...; que fomentamos la agresividad, al violencia, la ley del más fuerte, el poder del dios dinero; que incitamos a buscar la felicidad a través de la posesión de cosas y de personas...

            Por eso, aunque soy consciente de que he exagerado estos rasgos y de que también hay gente muy buena por el mundo, no nos debería extrañar que  los jóvenes relativicen todo esto que no nos hace felices y nos propongan un tipo de vivir desde el "haz lo que quieras", desde la ausencia de normas tanto morales como sociales... Ellos no se resignan a vivir en una sociedad que no les convence. Y aunque veamos contradicciones y ambigüedades en ellos, ellos, queramos o no, siguen siendo la mejor promesa de esperanza que tenemos.

            Pero, como estamos acostumbrados a quedarnos en lo superficial, en lo que parece, en lo que ahora me hace daño... tal vez estemos desaprovechando la ocasión para construir el mundo que a todos nos gustaría vivir.

            Quiero terminar estas notas ofreciéndonos una pregunta que más de una vez me he hecho: ¿qué esfuerzos estamos haciendo por acercarnos a los jóvenes, por comprenderlos y por caminar junto a ellos?




Rafael Hernando García.