25/10/11

EN ACTITUD DE CONVERSIÓN


 
          Jesús habla con indignación profética. Su discurso dirigido a la gente y a sus discípulos es una dura crítica a los dirigentes religiosos de Israel. Mateo lo recoge hacia los años ochenta para que los dirigentes de la Iglesia cristiana no caigan en conductas parecidas.
          ¿Podremos recordar hoy las recriminaciones de Jesús con paz, en actitud de conversión, sin ánimo alguno de polémicas estériles? Sus palabras son una invitación para que obispos, presbíteros y cuantos tenemos alguna responsabilidad eclesial hagamos una revisión de nuestra actuación.
          «No hacen lo que dicen». Nuestro mayor pecado es la incoherencia. No vivimos lo que predicamos. Tenemos poder pero nos falta autoridad. Nuestra conducta nos desacredita. Nuestro ejemplo de vida más evangélica cambiaría el clima en muchas comunidades cristianas.
          «Cargan fardos pesados sobre los hombros de la gente... pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar». Es cierto. Con frecuencia, somos exigentes y severos con los demás, comprensivos e indulgentes con nosotros. Agobiamos a la gente sencilla con nuestras exigencias pero no les facilitamos la acogida del evangelio. No somos como Jesús que se preocupaba de hacer ligera su carga pues era sencillo y humilde de corazón.
          «Todo lo que hacen es para que los vea la gente». No podemos negar que es muy fácil vivir pendientes de nuestra imagen, buscando casi siempre "quedar bien" ante los demás. No vivimos ante ese Dios que ve en lo secreto. Estamos más atentos a nuestro prestigio personal.
          «Les gustan los primeros puestos y los asientos de honor... y que les hagan reverencias por la calle». Nos da vergüenza confesarlo, pero nos gusta. Buscamos ser tratados de manera especial, no como un hermano más. ¿Hay algo más ridículo que un testigo de Jesús buscando ser distinguido y reverenciado por la comunidad cristiana?
          «No os dejéis llamar maestros... ni guías... porque uno solo es vuestro Maestro y vuestro Guía: Cristo». El mandato evangélico no puede ser más claro: renunciad a los títulos para no hacer sombra a Cristo; orientad la atención de los creyentes sólo hacia él. ¿Por qué la Iglesia no hace nada por suprimir tantos títulos, prerrogativas, honores y dignidades para mostrar mejor el rostro humilde y cercano de Jesús?
          «No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra porque uno solo es vuestro Padre del cielo». Para Jesús el título de Padre es tan único, profundo y entrañable que no ha de ser utilizado por nadie en la comunidad cristiana. ¿Por qué lo permitimos?

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Contribuye a la conversión de la Iglesia. Pásalo.
30 de octubre de 2011
31 Tiempo ordinario (A)
Mateo 23,1-12

19/10/11

ME GUSTARÍA...


Me gustaría que alguien contase, en el día de mi muerte,
que traté de vivir en el servicio al prójimo.
Ese día quiero que podáis decir que traté de ser justo
y que quise caminar junto a los que actuaban en justicia,
que puse mi empeño en dar de comer al hambriento,
que siempre traté de vestir al desnudo.
Que dediqué mi vida a visitar a los que sufrían en las cárceles.
No tendré dinero para dejar cuando me vaya.
No dejaré tampoco las comodidades y los lujos de la vida;
porque todo lo que quiero dejar a mi partida
es una vida entregada.
Y eso es lo que os tengo que decir.
Si a alguien pude ayudar al encontrarnos a lo largo del sendero,
entonces mi vida no habrá sido en vano.
Si consigo llevar la salvación al mundo,
si consigo difundir el mensaje que enseñó el Maestro,
entonces mi vida no habrá sido en vano.

(Martin Luther King)

18/10/11

LO PRIMERO


En cierta ocasión los fariseos se reunieron en grupo y le hicieron a Jesús una pregunta que era motivo de discusión y debate entre los sectores más preocupados de cumplir escrupulosamente los seiscientos trece preceptos más importantes sobre el sábado, la pureza ritual, los diezmos y otras cuestiones: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley.
          La respuesta de Jesús es muy conocida entre los cristianos: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser». Este es el más importante. Luego añadió: «El segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo». Y concluyó con esta afirmación: «Estos dos mandamientos sostienen la Ley y los profetas».
          Nos interesa mucho escuchar bien las palabras de Jesús pues también en la Iglesia, como en el antiguo Israel, ha ido creciendo a lo largo de los siglos el número de preceptos, normas y prohibiciones para regular los diversos aspectos de la vida cristiana. ¿Qué es lo primero y más importante? ¿Qué es lo esencial para vivir como seguidores de Jesús?
          Jesús deja claro que no todo es igualmente importante. Es un error dar mucha importancia a cuestiones secundarias de carácter litúrgico o disciplinar descuidando lo esencial. No hemos de olvidar nunca que sólo el amor sincero a Dios y al prójimo es el criterio principal y primero de nuestro seguimiento a Jesús.
          Según él, ese amor es la actitud de fondo, la fuerza clave e insustituible que pone verdad y sentido a nuestra relación religiosa con Dios y a nuestro comportamiento con las personas. ¿Qué es la religión cristiana sin amor? ¿A qué queda reducida nuestra vida en el interior de la Iglesia y en medio de la sociedad sin amor?
          El amor libera nuestro corazón del riesgo de vivir empobrecidos, empequeñecidos o paralizados por la atención insana a toda clase de normas y ritos. ¿Qué es la vida de un practicante sin amor vivo a Dios? ¿Qué verdad hay en nuestra vida cristiana sin amor práctico al prójimo necesitado?
          El amor se opone a dos actitudes bastantes difundidas. En primer lugar, la indiferencia entendida como insensibilidad, rigidez de mente, falta de corazón. En segundo lugar, el egocentrismo y desinterés por los demás.
           En estos tiempos tan críticos nada hay más importante que cuidar humildemente lo esencial: el amor sincero a Dios alimentado en celebraciones sentidas y vividas desde dentro; el amor al prójimo fortaleciendo el trato amistoso entre los creyentes e impulsando el compromiso con los necesitados. Contamos con el aliento de Jesús.
José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Cuida lo esencial de la fe cristiana. Pásalo
23 de octubre de 2011
30 Tiempo ordinario (A)
Mateo 22, 34-40

11/10/11

“Me indigna que la democracia real no llegue a la sociedad, ni a la Iglesia”

  Paloma Castro, Carmelita de la Caridad, Suerte de Saavedra, Badajoz

¿Por qué está indignado/indignada en el ámbito social y eclesial?
Mi congregación tiene como modelo de amor a la Iglesia a su Fundadora, Joaquina de Vedruna. Ella participó en todo lo que pudo y así nos lo dejó recomendado a nosotras. Casi no puedo separar el aspecto social del eclesial y del político. La persona es una y, desde lo que cada una es, así vive y actúa. Desde mi fe en Jesús, concibo su Iglesia al lado y dentro de la vida de la gente, sobre todo de la gente más sencilla. Por eso, me indigna tanta ostentación, las grandes concentraciones, los grandes edificios, los palacios, las vestimentas solemnes, las manifestaciones pomposas… A mí y a las personas de mi barrio nos hace esto mucho daño.
Lo importante es su Reino y me indigna que a veces la Iglesia esté tan centrada y cerrada en sus ritos y dogmatismos, sin vivir, como Jesús, en la calle con la gente, sus preocupaciones, sus carencias y sus necesidades.
No comprendo y me indigna que las mujeres queden relegadas en la Iglesia institucional a meras servidoras obedientes de los organizadores que siempre son hombres. Las mujeres estamos aportando al mundo un “Jesús de la Vida”, que se acercaba a todos y todas y empujaba sus vidas siempre hacia adelante. Los derechos, tanto de unos como de otras, eran impulsados y defendidos por Él. Llegaba incluso a provocar en ocasiones para potenciar los cambios sociales y políticos: encuentro con la samaritana, curar en sábado, acudir a fiestas, coger espigas de los campos, no le importó que le tildaran de comedor y bebedor, ni de que se juntara con publicanos y pecadores…
¿Hasta qué punto somos cómplices de tanto mal como hay en la humanidad? Me indigna que no seamos capaces de empujar la Historia para que tanto derroche de dinero y riquezas deje de estar acumulado en tan pocas manos e incluso en la misma Iglesia.
Comprendo que toda organización necesita unas estructuras que faciliten el funcionamiento pero me indigna la grandiosidad de Ia misma en la Iglesia y su funcionamiento. Sigue funcionando con las jerarquías a la cabeza y los demás, casi siempre, ayudando. No somos capaces de pensar juntos y equivocarnos juntos. Si todos somos iguales, ¿por qué tantas diferencias provocadas por nosotros mismos? Las ideas cerradas sobre cuestiones humanas me indignan, sobre todo porque entramos en una espiral de discriminaciones (homosexualidad, celibato opcional, sacerdocio de la mujer, aborto, métodos anticonceptivos, etc.) contrarias a la actitud de Jesús, que siempre fue la de tender puentes y acoger, sin excluir a nadie (echar lazos para acoger e incluir). Me indigna la poca contribución de la Iglesia para que la convivencia cívica mejore. Provocamos a veces guerras por simples cuestiones que no son fundamentales para crear Reino.
Lo que más me indigna de todo es que la humanidad (y la Iglesia como parte de ella) no sea capaz de organizarse para que termine el hambre en el mundo, para que lleguemos a tener un empleo digno todos, para que a los que más roban en el mundo se les pueda obligar a que devuelvan todo lo robado… Me indigna que las palabras fuertes que pronuncia la Iglesia institucional sean en su mayor parte en torno al sexto mandamiento olvidándose de las grandes injusticias que existen dentro y fuera de ella y que atentan contra la vida de las personas que es el don más preciado por Dios.
Me indigna, por fin, que la democracia real no llegue a la sociedad, ni a la iglesia, ni a la política. Se pueden crear cauces de participación real para que los procesos de crecimiento sean abalados por todos y todas. La indignación sobre tantos puntos de la Iglesia está fundamentada. Creo que quienes aspiramos a ser sal y luz del mundo debemos leer e interpretar los signos de los tiempos y ser consecuentes en nuestra vida.
Desde esa indignación, ¿cuáles son sus esperanzas?
Hay convicciones que me hacen permanecer dentro de la Iglesia a la que tanto amo y llena de esperanza: los pobres de la tierra nos hacen creer que el Reino de Dios es posible; que ya ha llegado y que hay que hacerlo posible para todos.
Mi mayor esperanza se basa en que los movimientos que surgen de la base abren procesos que hacen avanzar la Historia, en mejora de los desfavorecidos. El cambio necesario en el mundo se puede ir produciendo ya. Que la juventud despierte y salga del consumo y la apatía es motivo de esperanza. Aunque no sean millones de jóvenes… Solo si comenzamos los caminos podemos caminar. Lo demás es quietud, pasividad, inmovilismo.
El convencimiento de que todos formamos la iglesia y entre todos vamos haciendo su Reino. Hay síntomas de que está despertando la sociedad y que la vida será posible para todos y todas si nos empeñamos en ello. Particularmente ilusionante me parece el Movimiento 15-M.
¿Qué compromisos asume para cambiar la situación?
Seguir comprometida día a día con las personas de mi barrio con un compromiso global: personal, social, eclesial, político… Apoyar todo lo que suponga que la sociedad civil llegue a tomar compromisos de justicia. Apoyar todo lo que sea constructivo y no destructivo, responsable y no irresponsable, pacífico y no violento, justo y no injusto, solidario y no insolidario, maduro y no manipulado. Estoy convencida de que mi aportación a la evangelización de nuestra sociedad pasa por posicionarme y comprometerme con esa sociedad que puede y debe emerger.

Para saber más:
http://www.alandar.org/spip-alandar/?Me-indigna-que-la-democracia-real

10/10/11

VÍCTIMAS



          La pregunta que hacen a Jesús algunos sectores fariseos, confabulados con partidarios de Antipas, es una trampa preparada con astucia para ir preparando un clima propicio para eliminarlo: «¿Es lícito pagar impuesto al César o no?».
          Si dice que es lícito, Jesús quedará desprestigiado ante el pueblo y perderá su apoyo: así será más fácil actuar contra él. Si dice que no es lícito, podrá ser acusado de agitador subversivo ante los romanos que, en las fiestas de Pascua ya próximas, suben a Jerusalén para ahogar cualquier conato de rebelión contra el César.
          Antes que nada, Jesús les pide que le muestren «la moneda del impuesto» y que le digan de quién es la imagen y la inscripción. Los adversarios reconocen que la imagen es del César como dice la inscripción: Tiberio César, Hijo augusto del Divino Augusto. Pontífice Máximo. Con su gesto, Jesús ha situado la pregunta en un contexto inesperado.
          Saca entonces una primera conclusión. Si la imagen de la moneda pertenece al César, «dad al César lo que es del César». Devolvedle lo que es suyo: esa moneda idolátrica, acuñada con símbolos de poder religioso. Si la estáis utilizando en vuestros negocios, estáis ya reconociendo su soberanía. Cumplid con vuestras obligaciones.
          Pero Jesús que no vive al servicio del emperador de Roma, sino "buscando el reino de Dios y su justicia" añade una grave advertencia sobre algo que nadie le ha preguntado: «A Dios dadle lo que es de Dios». La moneda lleva la "imagen" de Tiberio, pero el ser humano es "imagen" de Dios: le pertenece sólo a él. Nunca sacrifiquéis las personas a ningún poder. Defendedlas.
          La crisis económica que estamos viviendo en los países occidentales no tiene fácil solución. Más que una crisis financiera es una crisis de humanidad. Obsesionados sólo por un bienestar material siempre mayor, hemos terminado viviendo un estilo de vida insostenible incluso económicamente.
          No va a bastar con proponer soluciones técnicas. Es necesaria una conversión de nuestro estilo de vida, una transformación de las conciencias: pasar de la lógica de la competición a la de la cooperación: poner límites a la voracidad de los mercados; aprender una nueva ética de la renuncia.
          La crisis va a ser larga. Nos esperan años difíciles. Los seguidores de Jesús hemos de encontrar en el Evangelio la inspiración y el aliento para vivirla de manera solidaria. De Jesús escuchamos la invitación a estar cerca de las víctimas más vulnerables: los que están siendo sacrificados injustamente a las estrategias de los mercados más poderosos.

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Defiende siempre a las víctimas. Son de Dios. Pásalo.
16 de octubre de 2011
29 Tiempo ordinario (A)
Mateo 22, 15-21

3/10/11

INVITACIÓN



          A través de sus parábolas Jesús va descubriendo a sus seguidores cómo experimenta a Dios, cómo interpreta la vida desde sus raíces más profundas y cómo responde a los enigmas más recónditos de la condición humana.
          Quien entra en contacto vivo con sus parábolas comienza a cambiar. Algo "sucede" en nosotros. Dios no es como lo imaginamos. La vida es más grande y misteriosa que nuestra rutina convencional de cada día. Es posible vivir con un horizonte nuevo. Escuchemos el punto de partida de la parábola llamada «Invitación al Banquete».
          Según el relato, Dios está preparando una fiesta final para todos sus hijos e hijas, pues a todos quiere ver sentados junto a él, en torno a una misma mesa, disfrutando para siempre de una vida plena. Esta imagen es una de las más queridas por Jesús para sugerir el final último de la historia humana.
          Frente a tantas imágenes mezquinas de un Dios controlador y justiciero que impide a no pocos saborear la fe y disfrutar de la vida, Jesús introduce en el mundo la experiencia de un Dios que nos está invitando a compartir con él una fiesta fraterna en la que culminará lo mejor de nuestros esfuerzos, anhelos y aspiraciones.
          Jesús dedica su vida entera a difundir la gran invitación de Dios: «El banquete está preparado. Venid». Este mensaje configura su modo de anunciar a Dios. Jesús no predica doctrina, despierta el deseo de Dios. No impone ni presiona. Invita y llama. Libera de miedos y enciende la confianza en Dios. En su nombre, acoge a su mesa a pecadores e indeseables. A todos ha de llegar su invitación.
          Los hombres y mujeres de hoy necesitan descubrir el Misterio de Dios como Buena Noticia. Los cristianos hemos de aprender a hablar de él con un lenguaje más inspirado en Jesús, para deshacer malentendidos, aclarar prejuicios y eliminar miedos introducidos por un discurso religioso lamentable que ha alejado a muchos de ese Dios que nos está esperando con todo preparado para la fiesta final.
          En estos tiempos en los que el descrédito de la religión está impidiendo a muchos escuchar la invitación de Dios, hemos de hablar de su Misterio de Amor con humildad y con respeto a todos, sin forzar las conciencias, sin ahogar la vida, despertando el deseo de verdad y de luz que sigue vivo en lo más íntimo del ser humano.
          Es cierto que la llamada religiosa encuentra hoy el rechazo de muchos, pero la invitación de Dios no se ha apagado. La pueden escuchar todos los que en el fondo de sus conciencias escuchan la llamada del bien, del amor y de la justicia.

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Difunde la invitación de Dios. Pásalo.




9 de octubre de 2011
28 Tiempo ordinario (A)
Mateo 22, 1-14