Apenas salió Judas, dijo Jesús:
— Ahora va a manifestarse la gloria del Hijo del hombre, y Dios va a ser glorificado en él. Y si Dios va a ser glorificado en él, Dios, a su vez, glorificará al Hijo del hombre. Y va a hacerlo muy pronto. Hijos
míos, ya no estaré con vosotros por mucho tiempo. Me buscaréis, pero os
digo lo mismo que ya dije a los judíos: a donde yo voy vosotros no
podéis venir. Os doy un mandamiento nuevo: Amaos unos a otros; como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros. Vuestro amor mutuo será el distintivo por el que todo el mundo os reconocerá como discípulos míos.
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Comentarios: José Antonio Pagola
Es la víspera de su ejecución. Jesús está
celebrando la última cena con los suyos. Acaba de lavar los pies a sus
discípulos. Judas ha tomado ya su trágica decisión, y después de tomar el
último bocado de manos de Jesús, se ha marchado a hacer su trabajo. Jesús dice
en voz alta lo que todos están sintiendo: "Hijos míos, me queda ya poco
de estar con vosotros".
Les
habla con ternura. Quiere que queden grabados en su corazón sus últimos gestos
y palabras: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros;
como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que os
conocerán todos que sois mis discípulos será que os amáis unos a otros".
Este es el testamento de Jesús.
Jesús
habla de un "mandamiento nuevo". ¿Dónde está la novedad? La
consigna de amar al prójimo está ya presente en la tradición bíblica. También
filósofos diversos hablan de filantropía y de amor a todo ser humano. La
novedad está en la forma de amar propia de Jesús: "amaos como yo os he
amado". Así se irá difundiendo a través de sus seguidores su estilo de
amar.
Lo
primero que los discípulos han experimentado es que Jesús los ha amado como a
amigos: "No os llamo siervos... a vosotros os he llamado amigos".
En la Iglesia nos hemos de querer sencillamente como amigos y amigas. Y entre
amigos se cuida la igualdad, la cercanía y el apoyo mutuo. Nadie está por
encima de nadie. Ningún amigo es señor de sus amigos.
Por
eso, Jesús corta de raíz las ambiciones de sus discípulos cuando los ve
discutiendo por ser los primeros. La búsqueda de protagonismos interesados
rompe la amistad y la comunión. Jesús les recuerda su estilo: "no he
venido a ser servido sino a servir". Entre amigos nadie se ha de imponer.
Todos han de estar dispuestos a servir y colaborar.
Esta
amistad vivida por los seguidores de Jesús no genera una comunidad cerrada. Al
contrario, el clima cordial y amable que se vive entre ellos los dispone a
acoger a quienes necesitan acogida y amistad. Jesús les ha enseñado a comer con
pecadores y gentes excluidas y despreciadas. Les ha reñido por apartar a los
niños. En la comunidad de Jesús no estorban los pequeños sino los grandes.
Un
día, el mismo Jesús que señaló a Pedro como "Roca" para construir su
Iglesia, llamó a los Doce, puso a un niño en medio de ellos, lo estrechó entre
sus brazos y les dijo: "El que acoge a un niño como este en mi nombre, me
acoge a mí". En la Iglesia querida por Jesús, los más pequeños, frágiles y
vulnerables han de estar en el centro de la atención y los cuidados de todos.
José Antonio Pagola
Red
evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Construye la amistad en el
interior de la Iglesia. Pásalo.
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28 de abril de
2013
5 Pascua (C)
Juan
13,31-33a.34-35
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